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"Lo que mejor describe la situación actual es el individualismo de masas"

Miguel Brieva es un dibujante y escritor sevillano que presenta La gran aventura humana, un libro de curiosidades lleno de píldoras de reflexión

"Con un 10% de la tecnología que ahora empleamos viviríamos mucho mejor"

"Todo el mundo cree estar haciendo algo excepcional cuando están haciendo lo mismo"

Por Rubén Lardín

22 de junio de 2017  

Fuente: eldiario.es

Miguel Brieva, dibujante sevillano del 74, campeón de la especie y partidario del decrecimiento, presenta La gran aventura humana, un libro de curiosidades lleno de aforismos, relatos, dibujos y píldoras de reflexión acerca de todos los temas que nos incumben.

Un libro, como todos los suyos, vinculado a la actualidad más vibrante, la que viene sucediéndose desde hace tres millones de años, donde se pregunta cómo es que hemos acabados instalados en un sistema que prima la competitividad y el sálvese quien pueda cuando los grandes logros de la especie se han basado siempre en la cooperación y la empatía.

Hablamos con usted hace hace dos años, a cuento de su libro anterior, no sé si habrá cambiado algo desde entonces.

Pues ahí seguimos, en esta espiral hacia no sé sabe dónde, cada vez más enredados. Si el mundo es un equilibrio muy complejo, cada vez se van sumando más fuerzas inestables, se agrega gente más tarada, el propio sistema ya no trata de contenerlos. Es como un período de entreguerras. En un escenario como el que estamos, con el telón de fondo del cambio climático, la crisis energética y el colapso financiero, el nivel de incertidumbre no hace más que crecer.

En el libro dice que adquirir incertidumbres, y no certezas, debería ser la función de la educación.

Sí, no en el sentido de habitar la incertidumbre, claro, pero sí de asumir la incertidumbre consustancial a ser, a existir. Es que, fíjate, la capacidad creativa, el humor, el pensamiento, son los elementos más importantes en que nos conformamos y los que menos se fomentan en la educación. Es como si los superhéroes existieran y los tuviéramos doblando servilletas, cuando son tíos que pueden volar. La esencia de todo pensamiento crítico es la duda.

Su libro está lleno de axiomas, ¿está seguro de todos ellos?

Bueno, tal vez esa duda es la única certeza en que podemos confiar, pero yo tengo otras, muy poquitas: respetar a los demás, cuidarlos, poner la vida en el centro de la sociedad. Son cosas que entiendo como algo más que como opiniones propias, son certidumbres.

Dice que nada hay en el universo que tenga prisa. Nada salvo el hombre.

Eso es. Y eso me lleva a creer en la necesidad de vivir en un mundo más sencillo y más lento, más atento a los límites naturales y de nuestra propia fisiología.

Otra certeza es el humor. Su libro es, en última instancia, una sátira cósmica. En algún momento apunta que de la única cosa de la que nunca se reiría es de la palabra arbotante, y solo porque no tiene gracia.

Soy favorable a que no haya cortapisa alguna en el territorio de lo creativo, de lo simbólico, y el humor forma parte de eso. Yo creo que todo se puede decir aunque a veces debe decirse de un modo y otras de otro, es cuestión de estrategia.

Si trasladamos eso a las redes, donde todas las sensibilidades son simultáneas, la cosa se complica.

Es cierto, en internet incluso con los tiempos simultáneos, un chiste pertinente puede dejar de serlo pasado el tiempo. Supongo que las claves son la tolerancia y la comprensión. Puesto que la herramienta nos somete a un caos atemporal, tendremos que poner nosotros esa cordura en la lectura de lo que nos trae la herramienta. Crecer a su altura para controlarla, para que ella no te controle a ti.

Entonces lo estamos haciendo mal.

Y lo alucinante es que muchos teóricos entendieron las lógicas subterráneas de todo esto hace sesenta años, lo vieron venir. Serge Latouche habla ahora de la megamáquina que acuñó Lewis Mumford. También Ivan Illich lo vio en sus libros. Los supuestos servicios y beneficios del progreso, a partir de determinada escala, se convierten en contrarios justamente a las metas que perseguían. Ocurre con el transporte, con la educación estatalizada, con la sanidad mercantilizada y gestionada por las farmacéuticas...

El caso es que hay unas lógicas detrás de lo que hoy sucede, y es cuando las entiendes que todo se explica. A partir de ahí, pues sí, podríamos decir que vamos a lomos de una bestia que nos arrastra y encima nos sentimos satisfechos. Pero bueno, eso no tiene que llevarnos al desánimo, sino a todo lo contrario. Justamente cuando tomamos conciencia de algo es cuando podemos ponerle solución.

Dice también que la tecnología debería servirnos para aprender a prescindir de la tecnología.

La tecnología es una muleta de la que nos servimos, y si fuéramos más sabios creo que haríamos un uso muy comedido y no necesitaríamos tanto de su intervención. Con un diez por ciento de lo que ahora empleamos, lo suficiente para desplazarnos de un modo sensato, controlar las epidemias, para obtener una energía limpia y generar ciclos equilibrados con la naturaleza, viviríamos mucho mejor.

En el libro habla de un estado mental que hoy lo peta: el individualismo de masas.

Sí, sí, es el sumergirse en la masa de manera totalmente entregada y disolver allí el ego. Mira los discursos de Hitler, ¡regañaba a la peña! Son los discursos de un tío cabreado, insultándote a la cara, y la gente ahí entregada a ese poder fantasmagórico.

Ahora la inercia de la máquina ha dado en una situación donde resulta más eficaz tener a la gente embobada en lo banal y en un aparente beneficio personal. Y eso genera lo que yo llamo el individualismo de masas, que en realidad no es paradójico, es literalmente lo que mejor describe la situación que vivimos, con todo el mundo regodeándose en su propio narcisismo de un modo completamente alienado, masivo e indistinto.

Todo el mundo cree estar haciendo algo excepcional cuando es evidente que todo el mundo está haciendo lo mismo. Sospechoso. Tal vez haya que poner en cuestión la supuesta libertad de que se habla.

Tal vez sea un buen trabajo del ministerio de propaganda.

Es un poco esa cháchara de los emprendedores de que hablábamos. Yo recuerdo un editorial de esos tarados típicos de El País, hace quince años, donde proponían como solución que los individuos nos tomásemos a nosotros mismos como empresas. En EEUU, en términos de responsabilidad fiscal y legal, las corporaciones tienen entidad individual. Hay un documental, The Corporation, donde analizan el comportamiento de esas empresas como si fueran psicópatas, y los son pero de libro.

Es un poco eso pero al revés. Las redes sociales y la actualización permanente de la nada desde dispositivos móviles lleva a que la gente se comporte como si fuera su propio departamento de marketing. El de una empresa, en cualquier caso, de destino dudoso.

¿Por dónde empezamos a reparar el barco?

El cambio más profundo pasa por un cambio de hábitos. La sociedad de consumo ha generado unos hábitos muy fuertes de adicción. Pero una cosa brutal, como de alcohólico o de heroinómano. El tema de los móviles es muy fuerte. Gente incluso gente súper cabal no percibe su enfermedad, te dicen que lo controlan, que lo pueden dejar cuando quieran.

Hasta en eso, el comportamiento es el del adicto. Te hablo de gente que tiene un discurso crítico y muy bien construido con respecto a muchas cosas pero que luego están en eso, en esas inercias y deseos que nos han inoculado y que nos tienen paralizados. Yo creo en los pequeños actos de renuncia voluntarios en términos de consumo, en abandonar el móvil, dejar el coche. Son un poco de perogrullo, pero son. Si nosotros no cambiamos nada, es muy difícil que cambie nada.

Otro tema: el futuro será femenino o no será.

Así es. Y podríamos decir que el pasado también lo fue. De hecho, el libro lo empiezo y lo termino con una mujer. Como los hemos visto con los ojos del patriarcado, pensamos que los logros de la humanidad son cosas que han hecho los hombres, las gestas, las batallas, las conquistas científicas... Pero piensa en la comida, por ejemplo, una de las cosas fundamentales y más ricas de las culturas humanas, un constructo colectivo que ha ido confeccionándose a fuego lento desde la noche de los tiempos y que sin embargo nunca se ensalza como uno de los grandes patrimonios de la humanidad.

¿Y quién ha hecho las comidas? La han hecho siempre las tías. Claudio Naranjo, el psicólogo chileno, habla del patriarcado como el epicentro de la neurosis social que padecemos tanto hombres como mujeres. Hay que cambiar el paradigma con que analizamos el devenir humano.

¿Y cree que hemos tomado un desvío a ese respecto?

Bueno, la liberación de la mujer ha permitido que de entrada nos lo planteemos. Hace un siglo, los propios ilustrados, que era gente que aspiraba a emanciparnos de una serie de prejuicios, ni se planteaban que esa pudiera ser la raíz de buena parte de nuestros problemas.

No sé, de aquí podemos salir o desmembrados a lo Mad Max, que ya no sé qué podría significar porque entonces ya no habrá una lógica clara, o podemos cambiar los valores y poner en el centro todas esas cosas que antes se les asignaba de manera peyorativa a las mujeres, cosas a las que no se daba ningún valor ni se introducían en los ciclos económicos como son el cuidado de los demás, la cooperatividad, la creatividad colectiva. En fin, todos los valores que puedas asociar a una abuela. La abuela es el futuro.